miércoles, 15 de abril de 2009

La Vida a Pie



En la sociedad puertorriqueña se vive la cultura del auto. El carro, no sólo es el medio de transporte, es también la quita extremidad del puertorriqueño sin la cual se hace insoportable la existencia. Sin la quinta extremidad como puertorriqueño eres menos que minusválido y literalmente casi no se puede hacer nada. Esta no es una reflexión de iluminado, ni una musa que de pronto me explotó sobre la cabeza, es la realidad que me golpea en la cara en estos momentos. De golpe y porrazo se ha abierto para mí una ventana, cuyo panorama me era ajeno. Resulta que hace unas semanas atrás mi guagua decidió entrar en paro y tomarse unas vacaciones en el taller de mecánica. Desde ese día sufro la vida a pie y crea cuando afirmo que han sido unos días que no le deseo a nadie.

¿Por qué hablar de una quinta extremidad? Para una mujer madre soltera, cuya vida transcurre en solitario y con dos niñas que dependen de ella para todo, el carro es una extremidad más, tan necesaria como una pierna o un brazo. Esta mujer depende del carro para suplir todas las necesidades propias y las ajenas, máxime cuando vive en un campo olvidado de Dios, del que en teoría se llega a todos sitios en carro en dos minutos. A pie mi hermano que me lee, es una insoportable eternidad. Así, perdida mi quinta extremidad, comencé por perder los tres empleos que tenía, dos en Caguas y uno en San Lorenzo. Llevar a mis hijas a la escuela, ir al supermercado, a las dependencias de gobierno a hacer cualquier gestión, al médico, es un dolor de cabeza mayúsculo. Por otro lado y aunque difícil de creer, estar a pie me ha provisto de una amalgama de experiencias, de un nuevo conocer con el que se ha nutrido mí espíritu para bien o para mal.

Podría describir mi experiencia de caminar a pie como un acto de integración personal con el tramo boscoso que rodea el camino para llegar a mí casa. Una carretera en la que serpentean las curvas como serpiente traicionera. Mis hijas y yo cambiamos de extremo de la carretera de acuerdo a la curva que viene simplemente porque en esa carretera tallada por bueyes y vacas y plasmada con brea para la posteridad por la Autoridad de Carreteras, caben apretadamente los autos en ambas direcciones, el transeúnte de a pie no estaba contemplado en ese panorama, sólo los autos. A lo largo de ese tramo de la carretera 922 no existe acera que te guarde, sólo te guardan los ángeles de los conductores puertorriqueños que vienen a toda velocidad. Este tramo de carretera fuera hermoso a no ser por la cantidad de basura que mis hermanos puertorriqueños arrojan en el litoral de la carretera. La basura no se limita a eso, un terrible olor fétido sigue la nariz hasta que terminas el vía crucis nasal en el cruce con la carretera 198 y es que las personas arrojan toda clase de animales muertos, en el extremo de la carretera por el que corre una quebrada. En ciertas áreas de la carretera puedes ver el cauce de la quebrada convertida en un hilo de agua pestilente ante la indolencia de quienes debieran cuidar, proteger y amar lo que nos rodea. Nadie se detiene, nadie nos ofrece hospitalidad en sus autos, ahora todos le tememos a todos, todos somos privados y mostramos las espaldas.

Al continuar la marcha a pie, uno se adentra poco a poco en el disperso pueblo de Humacao, dónde todo ha sido colocado allá, acá y más para allá. Mí sufrimiento fuera menos, si por lo menos contara con un supermercado en el área del pueblo que mira hacia Las Piedras, pero no, que va, todos los principales proveedores de comida están en los confines del pueblo, en las sínsoras del Boulevard del Río y hasta allá la procesión. Les confieso que tuve mucho miedo al caminar sobre la acera aledaña a la urbanización Las Leandras, allí la hierba brava se inclina sobre la acera cubierta de iguanas descompuestas y lo único que me preocupaba era la mordedura de alguna fiera mangosta en nuestras piernas. Bajo el puente del expreso 30 hay un basurero pestilente que le hace burlas al lindo búho y su jardín recién plantado. En el camino desde el Hospital Rayder hasta la antigua comandancia del pueblo te encuentras con aceras invadidas por autos en los comercios pequeños del área y muy poca sombra para atajar el bravo sol de las doce del día. Así continua la marcha. Mis hijas ya piden descanso.

Refrescamos nuestra sed en una heladería solitaria en una esquina. Mis hijas estaban cansadas, pero disfrutando de las compras en la tienda de efectos escolares y en la farmacia en la que le rinden culto a Kittie. El casco del pueblo con sus calles recién adoquinadas exhiben una vista vacía de gente, simplemente los humacaeños han borrado de su mapa de fin de semana este lugar, allí aparentemente no hay nada qué buscar. En solitario continuamos la marcha hasta divisar a lo lejos los susodichos supermercados, atestados de gente y el Boulevard activo e hirviente, aún en un sábado de gloria o en un glorioso sábado. Allí mis hijas se detuvieron como turistas a mirar los peces y las tortugas en la quebrada que bordea el área de los supermercados, mientras mi hija menor se maravillaba, la mayor se preguntaba cómo sobreviven estos animalitos allí, en medio de basura y desechos de la modernidad. Hemos profanado el templo de nuestros hermanos los peces.

En el supermercado albergábamos la idea de que un taxi nos regresara a la casa, estábamos lejos de las posibilidades, porque a las 4:00 PM no había nada circulando. Estábamos irremediablemente a pie. La transportación pública en una cultura de autos es una utopía. El terminal de guaguas al lado de la alcaldía se ha convertido en una ermita de pasajeros fantasmas y de empleados del municipio ociosos, pues en las tres veces que lo visité para viajar a Caguas, los pasajeros brillaban por su ausencia y los empleados del municipio dormitaban tendidos en las aceras o arremolinados en grupo en un aparente chiste. Los chóferes de las guaguas públicas son mayores, los cabellos blancos adornan sus cabezas y sus memorias de los días de la abundancia de pasajeros están presentes en su narrativa. Me preguntaba para qué gastar en dos monumentales terminales de guaguas públicas, si no hay pasajeros. Los recursos invertidos en dichos mausoleos debieron de haberse dirigido a un plan serio para fortalecer la transportación pública, no para marginarla a las afueras del casco del pueblo. Todo parece conspirar a favor de la cultura del auto.

En medio de este día duro, distribuimos la carga de la compra entre las tres y decidimos caminar hasta Palma Real, con la esperanza de encontrar un pon. El tramo de la carretera hacia Palma Real desde el supermercado fue no menos difícil. Del lado derecho del carril hacia Palma Real no hay acera. Decidí entre usar la acera del carril contrario y abrirme paso entre los cuatro carriles de la avenida y los furiosos conductores o quedarme en el lado sin acera, sin tener que cruzar la avenida. Fue duro abrirnos paso entre el polvo, las bocinas y la velocidad de los autos. Dicho sea de paso, le informo a las autoridades pertinentes que atrás de la valla hay espacio suficiente para una acera. Mis hijas le sacaron provecho visual a la caminata, porque en la finca que colinda con la avenida hay una manada de cerdos silvestres con toda y charca chiquero, en la que había una enorme puerca refrescándose y varios puerquitos a su alrededor.

Llegamos a nuestro destino con los pies y el espíritu entristecidos. En la cultura del auto el individuo vive la desesperanza de estar a pie, lo que le empuja a correr al “dealer” de carros más cercano a comprar la máquina sobre ruedas para la que cualifique y si no cualificas te cualifican como sea. La conspiración ulterior es confiscar y esclavizar tu sueldo a largo plazo, todos ganan. Mientras tanto sin mi quinta extremidad y sin recursos para adquirir otra, seguiré sufriendo la minusvalía de estar a pie en la sociedad de la cultura del auto.


Por Sheila Reyes

sábado, 21 de junio de 2008

La Divina Comedia Puertorriqueña

He aquí una sinopsis de lo que sería la Divina de Comedia de Dante, si éste hubiera sido un boricua del siglo 21. Este humilde escrito no tiene ínfulas intelectuales clásicas, pero sí mucho humor y picardía, porque en los días malos no hay nada mejor que la risa para curar. Es un reflejo de aquello que se escucha mucho en la boca de los analistas políticos “los pueblos tienen los gobiernos que se merecen”. Ciertamente a muchos les parece que nuestro país es el escenario de títeres, cuyo titiritero disfruta de hacerles de todo tipo de maldades, por eso se escucha a voz de cuello “Macondo, Macondo” por doquier. Los que vivimos aquí a veces podemos sentir que nuestra vida oscila alrededor de algo que va más allá del mundo al revés demarcado por García Márquez en Cien Años de Soledad. Es ciertamente un mundo estancado, marcado por la tragedia social, la ignorancia, el fanatismo, pero sobre todo marcado por la indiferencia. Vea pues mi versión de la Divina Comedia Puertorriqueña.

Un buen día estaba Dios sentado en su magnifico trono con Enoc a su lado. Estaban pasando lista con el Libro de la Vida. Entonces llegaron a la sección de políticos por países, por ejemplo habían visto la vida de Fidel Castro y Enoc le dijo a Dios “Señor todavía no le toca la hora a este viejo político” y Dios le dijo “No, Enoc todavía no, dejalo ahí, Fidel es el dolor de cabeza de los americanos, lo necesito en Cuba más tiempo” De pronto Enoc tragó gordo cuando vio que el Todopoderoso llegó a la sección de los políticos puertorriqueños, lo vio palidecer y al mismo tiempo notó como le subía lentamente un tono rojo verdoso al rostro, visiblemente enojado. “Señor, ¿algo no marcha bien?" y el Hacedor del Universo le respondió después de una incómoda pausa: “No, Enoc, algo marcha muy mal aquí.”

El Omnipresente vio cómo los políticos puertorriqueños tenían a sus amados hijos oprimidos con el “sales tax”, los aumentos en la luz, agua y peajes, vio los paros de camioneros, taxistas, maestros, empleados de la Autoridad de Energía Eléctrica, los de acueductos y cómo exprimían el sueldo de los obreros con cero alivios contributivos. Enrojeció aún más cuando vio cómo los políticos vendían la isla al mejor postor, descalabrando los recursos ecológicos de la isla; sembrando cemento y discordia a diestra y siniestra. Le prestó atención especial al proyecto de Paseo Caribe y le pareció que aquella madeja de edificios eran la pelota de cemento cúbica más abominable jamás creada por la humanidad, todo con el aval de aquellas personas que fueron nombradas por el pueblo para cuidar y proteger los bienes que por derecho natural les pertenece. Observó las luchas entre las partes y le fastidió cómo Arturo Madero era protegido y ayudado por el mismismo Lucifer en persona, para salirse con la suya en cuanto foro se metía. En la misma carreta iban montados cogiendo pon los mejicanos de la Cemex y se entristeció cuando vio a los niños de la comunidad con sus pulmones inundados de tóxicos peligrosos, aquellos pulmoncitos que con tanto trabajo y sacrificio se fueron formando en el vientre de sus madres. Así Dios vio el desmadre económico, el país “embrollao”, la criminalidad rampante y la salud de un pueblo en juego y decidió tomar acción de inmediato.

La Lumbrera del Mundo le dijo a su fiel servidor Enoc, “Llama al Ángel de la Muerte, que le voy a poner un encargo” y así obedeció Enoc. El Ángel llegó y Dios le ordenó, “Irás a una islita en el Caribe llamada Puerto Rico, allí tomarás la vida de todos y cada uno de los políticos, incluyendo a un imprudente que se llama Félix Plaud, les provocarás un ataque masivo al corazón y no pasarán a juicio final, irán directo a las pailas del Infierno.” El Diablo estaba feliz, por aquello, tantas almas al mismo tiempo y sin mucho trabajo, pero como no era tonto, se preguntaba a qué se debía tanta bondad con él. Así los políticos cayeron en el castigo de Dios por ser la causa de la debacle de un pueblo. La reacción en la gente no se hizo esperar, muchos celebraban por lo bajo, otros lloraban a lágrima vida y hubo quienes solicitaron la canonización de lo que llamaron el Santo Patrón de la Prosperidad Rosselló, hasta oraciones se inventaron y muchos reclamaron los milagros del poderoso Santo.

Rogelio de Puertorriqueños por Puerto Rico, se rasgó las vestiduras en la puerta de la Iglesia, cuando vio que él y los de su grupo fueron los únicos que quedaron vivos, “¿Es que no contamos como colectividad ni para morir como el resto de los partidos?” El pobre hombre se cuestionó, si aquello no era un designio de Dios, señalando que ellos eran los únicos con el derecho a gobernar, en vista de la ausencia de los demás, pero le asustaba la idea de correr con la misma suerte y decidió ir a donde Doña Fefa la espiritera. Allí Fefa le contó que la Madama vio a los políticos en el Infierno y que el mismo Dios los había enviado allí sin juicio final. Rogelio se aterró y no volvió a hablar más de política. Todos los secuaces y alcahuetes buscones de los políticos, estaban aterrados por la situación y se quedaron en sus casas, recordando lo que le pasó a los hijos primogénitos de los egipcios durante las siete plagas. ¡Y vio Dios que aquello era bueno!

Mientras los políticos fueron montados en un tren parecido al Tren Urbano, e iban rumbo a las puertas del Infierno a toda velocidad. Dentro del tren llevaban un “salpa fuera”; Rubén Berríos decía que aquello era un atentado contra el derecho soberano de los puertorriqueños y aseguraba que estaban bajo el fuego de los federales. Acevedo Vilá decía que estaban atacando al pueblo de Puerto Rico y exigía que lo comunicaran con su costoso abogado Tomás Green. Rosselló por su parte iba calladito, meditando como sacarle partido al asunto, mientras Fortuño consolaba a Pedro Pierluisi que estaba llorando desconsoladamente llamando a su mamá. Cuchín y Romero aprovecharon la ocasión para una manita de briscas ya que era imposible tratar de controlar a sus pupilos. Llegaron al andén de la estación y formaron tremendo lío para bajarse del tren, iban en tropel todos empujándose, porque cada partido reclamaba el derecho de ir primero, uno porque era el partido del poder, otro porque era el que controlaba Cámara y Senado y el otro reclamaba sus derechos de minorías.

Al llegar a la entrada del infierno los recibió una bestia de tres cabezas meta morfa, cuyas cabezas cambiaban de forma a gusto. Al ver a los recién llegados una de las cabezas adopto la forma de Elvis Presly. José Aponte se apostó muy señorial y dijo: “vieron que Elvis no ha muerto” La cabeza de Elvis se tornó hacia la otra, que había tomado la forma de Cristóbal Colón y exclamó “¡qué bruto!” Aponte se dispuso a hablarle en su inglés de nene en edad preescolar, por lo que la cabeza comprendió que ese era el presidente cameral muy bruto y pretencioso del que le habían hablado tan mal, por lo que le dijo: “Mire cállese la boca y no diga más boberías, que ya no esta en el Capitolio me oyó” José Aponte se pasmó y se escondió atrás de Rosselló y Rivera Chats.

La bestia de tres cabezas le explicó a los políticos puertorriqueños dónde estaban y por qué, les pidió que hicieran una fila para pasar lista y dejarlos pasar al Infierno. Los políticos se quedaron en silencio por unos minutos y en seguida reclamaron el respectivo derecho a entrar al Infierno unidos como colectividad a lo que la bestia respondió que sí y de inmediato los tres partidos políticos reclamaron el derecho a entrar primero al Infierno. Cuchín y Romero reclamaron que por su edad tenían que ser los primeros, por lo que Aníbal firmó una orden ejecutiva acabando con los derechos de los exgobernadores a ser los primeros, Romero y Cuchín se unieron más que nunca para entablar un pleito para reclamar su derecho a ser los primeros, por ser los más viejos. No se ponían de acuerdo en aquel dilema, así que lo determinaron por sorteo y en esas llevaban seis meses infernales en la puerta del Infierno atacándose entre sí. Dicha polémica provocó un tranque en la entrada del Infierno, un tapón de almas, peor que los que ayudaba a provocar el Diablo a las 5PM, atorando o volcando algún camión en la autopista. Los demonios mandaron a llamar al Diablo en persona para resolver el problema.

Cuando el Diablo llegó se agarró los cuernos con las garras y se puso al rojo vivo y maldijo muchas veces. Rubén Berríos le dijo por lo bajo a Fernando Martín, “nos jodimos el Diablo es popular y colonialista, el colmo, acaso Hulk cuando entra en cólera no se pone verde del coraje, esto es el colmo, Fernando, el colmo de los colmos, lo que falta es que no haya fondo electoral de qué vivir decentemente.” Los políticos no se amedrentaron y continuaron la contienda. El Diablo entonces elevó el rabo por los aires y la cola azotó en el ojo sano de Romero, quién reclamó otro ataque a traición y amenazó con demandar. Finalmente luego de gases lacrimógenos, empujones, gritos y jaleo de toda clase los políticos entraron al infierno. “Y vio Dios que aquello era bueno.”

Ya dentro del Infierno ocurrió la cosa más singular nunca antes vista. Los políticos puertorriqueños hicieron campaña entre las almas y los demonios y dividieron el poder dentro del Infierno. Aníbal Acevedo Vilá se proclamó gobernador por los pivasos demoníacos, Rubén perdió la franquicia, porque nadie se comió el cuento de la independencia infernal y la palma se “jendió” en dos por el “write in” por Rosselló. Provocaron una recesión infernal, Rosselló y sus 40 ladrones estaban robando a “tutiplain”, pusieron sales tax, no le pagaban a nadie, endeudaron el fisco infernal hasta llevarlo a la quiebra y se perdió el control sobre todos los procesos normales infernales, con toda la burocracia que implantaron para justificar puestos de confianza y batatas políticas. El Diablo no encontraba qué hacer y hasta sentía más calor de lo usual. Estaba desesperado y pidió una reunión de emergencia con Dios.

En Puerto Rico, luego de verse libre de los intereses político partidistas, sucedió lo siguiente: las uniones se pusieron de acuerdo con sus patrones sin mayores problemas, los niños en el sistema público de educación obtuvieron su más alto rendimiento académico en la historia, la criminalidad bajó un 40%, sobraba el dinero, la salud dejó de ser un problema, el desempleo bajó dramáticamente. Las finanzas del pueblo iban encaminadas a una gran mejoría, eliminaron el IVU y la crisis ambiental se estabilizó, lo que no le hizo mucha gracia a Tito Kayak, porque ya no tenía razones para treparse en ninguna grúa, por lo que decidió convertirse en batidor de record mundiales del Libro Guiness y así conservar su sitial como héroe nacional. “Y vio Dios que aquello era bueno”

Las cosas en el cielo no compartieron los aires armoniosos de la prosperidad boricua, porque a los oídos del Todopoderoso continuaban llegando lamentos de mujeres y niños violados, maltratados y asesinados por maridos enloquecidos, quejas contra policías que fabricaban casos, mataban civiles y se mataban entre sí, suicidios por docenas, maltrato y olvido contra los ancianos, violencia de todo tipo en todos los aspectos de la vida habidos y por imaginar, no había respeto por nada ni por nadie. Vio con indignación la corrupción familiar, esposos y esposas infieles, fornicación rampante con los móteles llenos y los Condom World en cada esquina, la gente estaba obesa y enferma tragando en los “fast food”, contaminando los templos del espíritu, cuando claramente estaba prohibido. Aquello era peor que Sodoma y Gomorra, pero Dios no es un ente pesimista por lo que decidió darse una vuelta por sus iglesias a ver qué había, estaba seguro de que en la devoción de los creyentes encontraría la razón para no devorar la isla con el abrasador fuego divino.

Dicho y hecho se fue por las iglesias de gira. Es verdad que encontró muchos devotos sinceros, así como muchos líderes de respeto y honestidad, pero para desgracia de la raza boricua esos fueron los menos y de los más se encontró con Jorge Rasqui, Rodolfo Font y con un sinvergüenza que se hacía pasar por su amado hijo Jesucristo, engatusando a todo el mundo, vendiendo embustes y cobrando ofrendas para el lucro personal, este último conquistó la cólera universal del Todopoderoso. Ni hablar de algunos líderes pedófilos, así como una gran cantidad de sectas que eran cualquier cosa, menos la emulación de su sagrada voluntad. Entre la feligresía encontró una gran cantidad de tunantes que gustaban de pagar sus deudas con un “Dios te Bendiga”, un sinnúmero de chismosas y chismosos, y muchos que predicaban la moral desnudos. Entre todo aquello, espiritistas, astrólogos, Walter Mercado, Anita Casandra, y hasta una gitana, todos unos mercaderes, arrogándose poderes adivinatorios que no tenían, para sacarle dinero a los puertorriqueños supersticiosos. “Y vio Dios que aquello NO era bueno”

El Hacedor del Universo regresó al cielo iracundo y se sentó en el trono a pensar qué castigo le impondría a los puertorriqueños viciosos. Primero pensó en el fuego abrasador, pero le pareció muy poca cosa, luego pensó en una gran inundación, pero pensó que no era bueno alterar los relatos bíblicos establecidos. En ese mismo momento, le anunciaron su reunión con el Diablo. “Háganle pasar.” repuso Dios con un divino fastidio, “¿qué se te ofrece Lucifer?” El Diablo se lanzó a los pies del Señor y le contó las penurias que los políticos puertorriqueños le estaban haciendo pasar. Entre ellas una vieja loca que iba de sitio en sitio plantando banderas americanas y acusando al Diablo de populete, porque todo por allí era colorao, “Dios, esa mujer me vuelve loco, ayudame por favor”, suplicaba en Diablo compungido. Dios recordó por qué había sacado a los políticos de la Isla y encontró complacido la forma de castigar a los boricuas. “Esta bien Lucifer, yo te saco de esta, eso es para dejes ese vicio de dañar lo que hago, ya vez como se te puede virar la tortilla.” Lucifer se fue contento, Dios decidió regresar a los políticos a la Isla, dos meses antes de las elecciones y una vez más los puertorriqueños escogieron el gobierno que se merecían y el ciclo de la vida regreso a su estado antiguo, todo al revés. FIN

Parece ser que ni la iglesia, ni los políticos, ni los profesionales de la conducta humana, ni educadores, ni la misma justicia tienen la respuesta a los males sociales que nos arropan. Propongo unas simples resoluciones para amilanar tan patético cuadro: propongo un proyecto para hacer ley el estudio compulsorio de los filosofos clásicos para resolver la crisis social puertorriqueña. Estudio de la filosofía estoica, para acabar con los miedos, el fanatismo y la superstición en la gente. Un estudio exhaustivo de la obra de Aristóteles, para desaprendernos de lo aprendido. Análisis profundo de la filosofía platónica para llegar al conocimiento. El Estado cubrirá los gastos de todas las obras de teatro que tendrán como única finalidad provocar catarsis entre los espectadores, fomentando así el desarrollo del pensamiento crítico. Todas las personas deben conocer al dedillo los planteamientos de la ética como ciencia y ponerla en práctica en toda situación que se les presente en la vida, como bibliografía complementaria, se debe estudiar la obra de Eugenio María de Hostos a la saciedad. De ahora en adelante el método de enseñanza será estrictamente socrático.

Todos estos pensadores reúnen, a mí juicio, los postulados con la capacidad suficiente para enderezar a una sociedad como la que describí en el primer párrafo, lo que se necesita es valentía taína para ponerlos en práctica. No me cabe la menor duda que un pueblo educado para conocer, razonar, pensar y sentir es un pueblo destinado a la grandeza. Lo que no perdemos es la esperaza de que así suceda. Amén.

jueves, 19 de junio de 2008

El Aboroto Nuestro de Cada Día


Meditando en lo que me rodea, veo en el horizonte un aguacero fuerte en medio del océano abierto; que ha opacado la luz del día y sobre el agua ha quedado un tono azul vestido de amarillo que pocas se ve. Es una visión mágica. El viento azota con fuerza y acaba de reventar sobre mí cabeza un trueno, no sin antes haber quedado retratada por un potente relámpago. Las olas tienen su bochinche particular con las rocas y busco un espacio pequeño para que acunen mis lastimados tímpanos por lo que hoy conocemos como contaminación por ruidos. Estoy escondida en mi lugar favorito, frente a la costa de Humacao, donde hay una vista muy hermosa hacia Naguabo, Viques y la llamada “Isla de los Monos”. Honestamente me ha costado trabajo concentrarme en el ulular del viento y el sonido de las olas porque en la carretera hierven los carros, motoras, motonetas y toda clase de demonios sobre ruedas que nos rodean.

Resulta que en los últimos dos días me ha costado trabajo concentrarme en todo gracias a los ruidos que han merodeado mis oídos como lobos hambrientos; han penetrado hasta mis tabiques y sinceramente estoy casi segura de que algo se han comido por ahí dentro, porque me zumban como si tuviera una mariposa atrapada en su interior. Ayer pasé ocho horas en medio de una batalla campal auditiva. Por un lado combatía el rap buscando sobre salir, con aquel tun tun tún y can can cán; decía “mírame que estoy aquí, tengo talento y quiero sobre salir y si no me miras te obligo”; y por el otro música de los ochentas, que gritaba lo suyo “qué bueno era, qué recuerdos te traigo, cómprame one more time”. Juntos aquello era una gallera en plena refriega de decibeles. La cabeza me daba vueltas, no podía pensar, no podía crear, ni recordar.

Hoy en otro lugar, habían bocinazos, música a todo volumen, unas motoritas que de sólo pensar en cómo un vehículo tan relativamente pequeño puede emitir semejantes decibeles de ruido, quedo aturdida. Pareciera ser que la gente por un lado busca la enajenación total de sí mismo y de lo que le rodea o es un deseo de llamar la atención a costa de lo que sea. De todas las motoras y autos con música alta la gran mayoría, sino todos, eran jóvenes de no más de 20 años. Me preguntaba a dónde se dirigen estos jóvenes, qué buscan y por qué. De una o de otra manera se contaminan así mismos y buscan expandirse sobre los demás como un virus pandémico inevitable. Pensaba en cuántos de éstos jóvenes sobrevivirán al vaivén de la calle y cuántos de ellos serán los integrantes de la generación de sordos que se avecina, todos hablando por señas. A simple vista parecen vidas como barcos a la deriva. Ante tales panoramas me pregunto también dónde están los maestros, los guías, los padres, los ejemplos a seguir para los niños y los jóvenes de nuestro país. Hace un momento leía sobre un sacerdote que pide oraciones para el Santo Maestro Rafael, a ver si le dedico estas interrogantes y viene la respuesta.

Extiendo una invitación para hacer un acto de conciencia sobre el ambiente que nos rodea a todos los miembros de la comunidad puertorriqueña. Necesitamos a los sociólogos, psicólogos, trabajadores sociales y todos los profesionales que estudian la conducta humana y sus problemas, movilizados; con ofertas y propuestas de salvación para aliviar esta crisis de salvajismo urbano que nos golpea las sienes día a día. Invito a los padres, maestros y a esos pocos líderes de todas las disciplinas a fomentar en los niños el encuentro de sí mismos en el silencio. Las agencias gubernamentales deben desarrollar los espacios y las políticas públicas para alentar una cultura del sosiego en silencio. A ver si le baja la temperatura a la gente y dejamos de matarnos entre nosotros.

Finalmente te invito, político que me lees para que le bajes el volumen a tus guaguas de sonido para anunciarte, cuando pasas por el “batey” de nuestras casa, no somos sordos, te escuchamos. No es necesario que tu vehículo de sonido se escuche en todo el vecindario cuando pasas frente a mí casa. Respeta nuestro derecho a la tranquilidad, mira que la vecina del frente tiene unos gemelitos recién nacidos que entran en pánico cada vez que retumban en las paredes de su casa los decibeles del horror de tu monstruosa guagua de sonido. Acuérdate de este mensaje cuando llegues al poder y legisla por la salud mental y auditiva de este bendito pueblo que necesita con desesperación paz para el alma en silencio para encontrarse así mismo, pensar y crear.

El ruido que nos ahoga es como una maldición que responde al hecho de que aquí no hay más “nahh” qué hacer, ni “pah” dónde coger, más que dar vueltas y alborotar “pah” que no nos coma la miseria o quizás podría ser un síntoma mucho peor, que no soportamos el silencio de estar con nosotros mismos, que estamos invadidos por la vacuidad, sin remedio, ni salvación y que necesitamos con desespero los Maestros Rafael en nuestra sociedad, que pena por esos guías iluminados para levantarnos del vacío existencial que aplasta las vidas de muchos puertorriqueños.
(La foto que aparece arriba es la tormenta en el medio del mar que estoy viendo mientras escríbi estas letras)
Por Sheila Reyes